sábado, 14 de mayo de 2011

Ambigú….

VIVENCIAS ESTUDIANTILES

Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

http://natiaito.blogspot.com/

Como decía el gran filosofo peripatético Marinee, la historia pasa en frente nuestro y no nos damos cuenta. Lo traigo a colación porque nuestra historia cotidiana la vivimos pero no la valoramos. Una de las cosas beneficiosas que tiene, o tenia, salir de nuestro terruño una vez graduados de bachiller, era el aprendizaje que adquiríamos con ello. Vivir fuera del hogar y tener que resolver lo cotidiano, lo que se presente, el tener que tomar decisiones inmediatas ante cualquier vicisitud, es de un valor incalculable; es lo que se llama formarse por cuanta y riesgo propio. Pero también entre esas ventajas esta que debemos lavar nuestra ropa, así al principio quede sucia y hedionda; cocinar nuestra comida, así al principio comamos solo diablitos con huevos y mengoña para los días especiales. O tener que preguntar a la vecina que es bueno para una fiebre. En fin, sucesos diarios y normales de cualquier ser humano que nos hacen madurar.

Cada uno de nosotros tiene sus vivencias, anécdotas y cuentos de residencia donde nos toco vivir. Por lo que a mi respecta tengo el privilegio de haber vivido en un país llamado “Marina” y del cual fui el único a quien le suprimieron la visa por culpa de un regordete y barbado asesor y de un periodista llamado Julio Cesar Caripa, a quienes se les ocurrió hacer mofa de la muerte súbita de un famoso “Conde Cuchi” propiedad de Juan Perera. Pero eso es ya tiempo pasado y guardamos hermosas y agradables remembranzas de nuestra estadía en ella. Los caldos de chipichipi que daban de pasapalos en el bar de la esquina, “El Scuarcharely”, o las arepas cuadradas de la arepera “La Cuadrada”, o las del “Tropezón” hacen añorar agradables momentos pasados en los alrededores de los Chaguaramos o de la Central. Otros recuerdos memorables son los del tiempo que viví en Valencia, ya que ahí fue que me gradúe. Luis Arturo Arispe “el pescaito”, Pedro Adrián Zubillaga, los hermanos Chiche y Perucho Arispe (QEPD) y Yo convivíamos en un apartamento que alquilamos en Naguanagua. Posteriormente de los originales solo quede Yo e ingresaron Reinaldo “rinrin” Álvarez, Juan Carlos “la vieja” Gutiérrez, Francisco Costas, Manolo Briceño y Miguel “el rojo” Castillo mi hermano, todos caroreños. Mas tarde ingresaron Edgardo Añon de Puerto La Cruz, Pedro Herrera de Calabozo y El Bachi Álvarez (QEPD) y Eduardo “Yayo” Oropeza, paisanos también. En ese apartamento logramos desarrollar una verdadera comuna estudiantil que hasta el mismísimo gobierno quedaría como niño e’ pecho y lo obligaría a contratarnos para su difusión; era de un verdadero sentido comunista. Todo lo organizamos y planificamos en función del interés común, o sea comunitario; cada uno de nosotros tenia sus obligaciones por escrito para la limpieza del apartamento, compra y cocina diaria. Pero además aportamos una cantidad inicial de dinero que junto con las multas pecuniarias por la tardanza o el no cumplimiento de las obligaciones asignadas, nos servia para prestarnos ante cualquier tardanza en el envío de la mensualidad, la beca universitaria o alguna emergencia que se presentara pero que era de obligatoria devolución y sin intereses. La mayoría de nosotros gozábamos de los beneficios de OBE, organismo de la Universidad para nuestra manutención. Así que “El furro” Riera no puede venir a decir ahora que fue excluido porque el se beneficio de lo que llaman la 4ta.

Pero lo que viene al caso era que en nuestra comunidad habitacional, por decirlo así, elaboramos un menú para el almuerzo, las otras dos comidas del día las resolvíamos cada quien por su lado y empanadas o arepas en la Universidad nos sacaban del problema. Dicho menú tenia diariamente quien lo preparara, quien comprara el pan o cualquier ingrediente que faltara y quien lavara los platos al terminar la faena. Por supuesto había unos fatales cocineros pero tenían que ir aprendiendo o pagar a quien si lo sabía hacer, y los comensales con ayuda de Job tener paciencia en el aprendizaje del cocinero. Pero Miguel mi hermano siempre caritativo y solidario se presento un día con un compañero de estudio de origen italiano que no hablaba muy bien el castellano y que se le dificultaba su manutención. Se llamaba Giuseppe Locantore, y era un extraordinario cocinero. Con el hicimos un pacto muy conveniente para ambas partes; nosotros poníamos la comida y el cocinaba y quedábamos ras con ras. Eso fue una gran solución y para algunos un gran aprendizaje. Yo aprendí a cocinar buenas pastas, Polentas con salsa de cebolla o de calamares, carne a la Pizzaiola, que será nuestra receta de hoy, en fin cantidad de buenas comidas. Otros, por ejemplo “La Vieja” Gutiérrez, cuando Giuseppe no estaba y tenía que el cocinarse su almuerzo solo preparaba un arroz blanco maluquisimo que daba lastima vérselo comer solo con salsa de tomate. O también el arroz al periódico que en una oportunidad ‘Rinrin”, que esta ya muy viejito, se preparo para mitigar el hambre de rascao. Al periódico porque como se había acabado el gas de la cocina tuvo que cocinarlo en el lavadero con periódicos como combustible y todas las cenizas le condimentaban el dichoso arroz; o sea era un arroz escrito.

Así aprendimos a sobrevivir nuestra estadía estudiantil, en otras oportunidades les contare sobre las otras comidas con que nos alimentábamos y otras de otros estudiantes. Así que esperen más anécdotas.

LA RECETA:

Como les decía traigo a la memoria la Carne a la Pizzaiola que nos enseño Giuseppe a preparar.

Ingredientes:

4 bistec de lomito preferiblemente

1kg de tomates maduros

1/2 cucharadita de orégano

1 cebolla

1 diente de ajo

3 cucharadas de aceite de oliva

Sal

Pimienta

Perejil picado

Preparación:

Tomamos los tomates y se le hacen un corte en forma de cruz en su base, se colocan en agua hirviendo por 2 minutos, se sacan y se introducen en agua fria. Se pelan por la cruz hecha, se cortan por la mitad y se les quita la semilla y reservamos. Se pica la cebolla y se tritura el ajo, ambos se sofríen en aceite tibio hasta que ablanden.

Después la carne se sala y se le agrega pimienta al gusto. Tomamos un sartén, preferiblemente de teflón donde añadiremos el sofrito y lo mezclamos con la carne que se distribuirá esparcida por todo el sartén. Le colocamos las mitades de los tomates encima de la carne hasta taparla toda, le rociamos el orégano y el perejil y cocinamos a fuego muy lento, y con paciencia y sin tocar, esperamos. El tomate hará que sude la carne que estará lista una vez haga una crema sobre la carne. Y SALUD

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