sábado, 24 de julio de 2010

Ambigú….

LA RESBALADERA

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

Una de las características de las verdaderas casas coloniales es que tienen, o tenían tres patios; a saber, el primero es el de los olores porque se respiraba el aroma de las flores o árboles que embellecían el mismo, del agua recién regada, de las flores, del jazmín, de las berberías, entre otras. El segundo, el de los sabores, era el patio de la cocina, del fogón, de las caricias ahí se saboreaban los ricos platillos que se preparaban, y en donde pasaban la mayor parte del día las mujeres y los tripones. Y un tercero, el de los hedores, el de la secreta, en donde estaba el chiquero, el ultimo de la casa, bien apartado.

En ese segundo patio de mi casa materna y donde me críe junto a mi mama y mis veneradas dos tías, las tres eran como el espíritu santo, un solo Dios en tres personas distintas; o lo que es lo mismo, una sola madre en tres personas distintas, repito en ese patio viví un mundo de sabores y aromas que me hacían creer que verdaderamente estaba en el reino celestial y que hoy recuerdo con placer. Pero ahí también estaban unas damas hermosas y bondadosas que ejercieron en mi tanta influencia como mis tres madres.

Ellas eran Teresa Ramos y Carmen Marchan (Tatan a partir de Bea), quienes estaban entregadas en alma vida y corazón a cuidarnos y halagarnos con su bondad, ternura, hermosura y buen fogón. Quienes las conocieron saben de lo que hablo sin mayor explicación. Ese tipo de damas estaban en muchos hogares caroreños. Las dos rinden tributo a la tierra en el panteón familiar junto a todos los de la familia ya idos y las recordamos con alegría.

Cada una de ellas merece un artículo aparte que en su momento lo haremos. Pero lo que viene al caso es que Teresa, quien llego a mi casa, o a casa de mis abuelos maternos apenas ellos habían contraído nupcias se desvivía en los cuidados de mis tíos, en especial de mi tío Anselmo, y ya pasado el tiempo de mi hermano Jesús Antonio. Su especialidad era hacer la resbaladera tradicional caroreña, aunque mi estimado amigo el Lic. Juan Alonso Molina se empeña en decir que era oriunda también del Tocuyo, cosa que pudiera ser cierto pero la diferencia con la nuestra es que la de aquí lleva de condimento vainilla y agua de Azahar, y la del Tocuyo solo vainilla y la pintan de rosado.

Pero lo que viene al caso era que Teresa, gran hacedora de milagros por cierto consigue las cosas perdidas, sentada en una sillita que conservo y que también usaba para sentarse en la puerta del cuarto de Jesús Antonio para regañarnos si le hacíamos ruido al dulce querubín que aun estaba en brazos de Morfeo, la cernía con un liencillo. Este, amarrado en un extremo a una de las columnas de madera de vera de la cocina y la otra punta la sostenía en sus manos y con un cucharón de sopa agregaba la pasta de arroz y con agua iba cerniendo la resbaladera. Quedaba de una textura cremosa bastante agradable.

Había varios jóvenes que eran los encargados de salir a venderla a la calle en una olla grande con un rodaje de tela, igual al que usan para cargar los Santos, para que no les molestara y llevaban también un paral de madera para poner la olla al servirla a quien la requiriera. Era la famosa resbaladera de las Riera; entre esos jóvenes recuerdo a Martín y a Castulo, este ultimo lo veo con frecuencia y era muy amigo de mi hermano Don Guada.

Después de morir Teresa en 1969 Tatan heredo la resbaladera pero ya no la cernía, la tecnología hizo su aparición con el uso de la licuadora, pero ella pasaba lo licuado por un colador muy fino que lograba la misma textura del liencillo de Teresa. Además hay que agregar, y por eso merece un articulo aparte, Tatan era ciega y así cocinaba pero lo hacia con el tacto y su ingrediente principal era que le ponía mucho amor y ternura. Hoy día heredo la formula mi hermana Vilma, quien además de la resbaladera también se dedica a cocinar para la calle, como se decía antes, y ha logrado gran prestigio.

¿Cómo olvidar esos imperecederos momentos de gozo en ese segundo patio de la casa? Preguntare a mis hermanos, pero de mi parte es imposible, seria como pedirme que estuviera inconciente para ese entonces. No pretendo ser un excelente cocinero pero solo tengo esos gratos recuerdos del segundo patio que hacen que cuando me voy a la cocina de mi casa a cocinar, no por oficio pero si por afición, lo hago con mis recuerdos con el objeto de halagar como lo hicieron conmigo.

Ambigú….

CADA PULPERO ALABA SU QUESO

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

Y PARTE III

Recuerdo también que donde actualmente están las ruinas, al principio de la calle Lara frente a lo que era el Pajón, la actual Urb.Rio Morere funciono la pasteurizadora Leche Carora, en donde se envasaba la leche del mismo nombre en un envase de cartón que tenia la foto de Carmen Cecilia Herrera. Pero también había quien vendía leche cruda a domicilio, por ejemplo Ramón Teodoro Jiménez que trabajaba con sus hijos Gerardo, Ramón y Toto quienes repartían la misma en un Jeep con cantaras. Son los propietarios, desde entonces de la bomba de gasolina que esta en la entrada de Aregue. Asimismo vendía leche Manuel Oropeza, el de la Canastilla Marina, que la traía de su finca La Milagrosa, quien la repartía era Rigo Paiva, el de Paiva Gas; pero también vendían en casa de Teodoro Herrera, que me imagino la traía de Don Benito.

Después de Leche Carora se instalo en esa misma sede la Kraft, en donde trabajo hasta su jubilación el Wuinche Aníbal Zubillaga, esta planta se la llevaron para Santa Bárbara del Zulia. Posteriormente Ricardo Meléndez y otros coterráneos instalaron ICA, que era igualmente una productora de quesos, hasta que la inundación del 73 la acabo. Anduve en una lancha, durante la misma con mi suegro Don Yona, sacando motores de ICA para repararlos. Hay que recordar igualmente a Inlaca, o leche Carabobo que funciono durante muchos años en la avenida la Feria, hasta que por pleitos laborales cerro y la mudaron a Valencia donde esta actualmente.

Pero como los caroreños tenemos unas vainas que solamente se nos ocurren a nosotros, creo que en toda la bolita del mundo no hay quien venda suero de a cucharada. Pues si, hay en Carora vendedores ambulantes de suero y crema que andan en bicicleta, que lo venden en esa forma. Sino que lo digan el Guachi, o el Ratón o María la suerera que trajinan pedaleando por las barriadas haciendo ese decente oficio.

Hay que hacer mención a quienes han logrado llevar más allá de nuestras fronteras regionales sus productos bien elaborados y bien envasados. Por ejemplo Rolando Herrera con su excelente queso madurado La Virginia que lo elabora con todas las de la ley no lo seca con acido bórico ni nada por el estilo, como inventan algunos picaros. Hace lo que se llama una verdadera integración vertical, produce la leche, elabora el queso, lo madura como es, lo envasa y lo vende. Pero igualmente Víctor Aldana y Francisco Olivera que hacen con sus cremas y sueros que el gentilicio caroreño resalte en las capitales.

Y en cuanto a los productos lácteos de leche de cabra hay que decir que es difícil conseguir un hogar de caroreños en cualquier parte del país que no consuma queso de cabra, el tradicional, el de cincho pues; porque la gente que pasa por las carreteras y compran queso de perita, se van con la creencia que son de cabra, y es una tremendura de los que lo expenden porque la leche de cabra no se hace elástica para lograr elaborar peritas.

Hay que mencionar a Gustavo Martínez quien se arriesgo a comercializar unos quesitos de cabra aliñados llamados La Haciendita y que todavía lo hace. Pero también a Sonia Meléndez quien se dedico en la elaboración de quesos de cabra para untar y que se conocen a nivel nacional con una buena fama. Y a Luis Arturo Fernández que en su granja de Las Palmitas no solo elabora también pasta de untar sino que envasa leche de cabra pasteurizada y se la lleva para Maracaibo donde es muy cotizada.

En fin, los caroreños vivimos de la ganadería y la agricultura, unos la producen otros la transportan, otras elaboramos los lácteos y otros los comercializan. Sigamos enalteciendo el gentilicio produciendo mas y mejores productos y rechacemos contundentemente la producción tramposa de vaca mocha, porque es moralmente inaceptable, se destruye al productor quien tiene que bajar el precio de la leche para poder competir deslealmente con un producto que es pagado con el dinero de todos. Ello hace que merme la cantidad de cabezas de ganado porque para poder cubrir sus gastos debe mandar animales al matadero.

Pero lo que si es cierto es que como cada pulpero alaba su queso, nosotros no nos podemos quedar atrás, y en resumidas cuentas no hay mejor queso que el caroreño y si es del Museo del Queso de Lactuario San Antonio mejor todavía.

Ambigú….

CADA PULPERO ALABA SU QUESO

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

PARTE II

Además de los comerciantes asentados en lo que es hoy la zona colonial de Carora, también en las casas de familias de hacendados vendían la producción de sus haciendas al detal. Era famosa por ejemplo, la “mantequilla de pobre” de Don Mario Riera, ubicada en la calle Sucre. Su nombre le viene de que la mantequilla que se conocía era la que venia en lata y su costo no era muy asequible, pero esta era elaborada aquí en Carora. Así mismo el famoso suero de barril de Don Antonio Camacho en la calle Ramón Pompilio, o el suero y el queso del Chueco Oropeza al lado del cine Estelar, venidos de su finca Las Palmitas en el municipio El Blanco y que muy acertadamente su yerno Rolando Herrera siguió la tradición, por solo poner algunos ejemplos pero en realidad existían infinidad de hogares que vendían productos lácteos de excelente calidad, de esos que Mon Herrera decía en sus discurso rememorando las costumbres caroreñas de los anos 20.

El apellido Castillo siempre ha estado ligado a la actividad láctea, mi papa y mis hermanos sabían de ello y desde que tengo uso de razón lo recuerdo, en la segunda mitad del siglo pasado mi papa junto a Ramón Elías Rodríguez fundaron una quesera que quedaba en la entrada de Aregue frente al hoy Fuerte Manaure, creo fue una de las primeras que se instalaron acá; en ella elaboraban los famosos quesos perita y quesos de mano que eran enviados para Valencia y Caracas, pero los de mano eran algo distintos a los que conocemos hoy día, llevaban salmuera dentro, como una bolsa. Asimismo se elaboraba mantequilla criolla a partir del descremado de la leche para producir los quesos. Quien elaboraba la mantequilla era un señor colombiano de nombre José Padilla, muy querido por nosotros por su bonhomía y cordialidad.

Padilla batía a mano y en una caja de acero inoxidable 800 litros de crema y la convertía en mantequilla. Eran los tiempos de lustre de nuestros productos lácteos, tiempos cuando los caraqueños, golosos esperaban la llegada de la producción de lácteos caroreños, que eran la delicia de la colectividad.

Ahora bien, ¿Por qué los quesos caroreños son especiales como dicen? Producir lácteos de calidad requiere de varios factores entre ellos la materia prima, la leche. Nuestra leche tiene de particular el ganado y lo que come ese ganado. La mayor parte del ganado que da la leche para nuestros quesos son animales mestizos criollos que comen vulgarmente lo que consiguen en los “peladeros” de nuestra geografía. Bien decía Oscar Ferrer que para los grandes técnicos del Inti, la úveda era un monte y potrero lleno de uveda es considerado no cultivado. Lo que no sabe ese “técnico” es que nuestras vacas comen es precisamente eso, y por eso el tipo y calidad de la leche y por eso la calidad de nuestros lácteos.

El otro factor que interviene es el clima, el cual es caliente pero sin humedad. Para elaborar los quesos de pasta hilada o “Fior di Latte”, como lo llaman los italianos del sur de donde es oriundo, hay que dedicarle tiempo y dedicación porque después de cuajada la leche y extraída la cuajada hay que ponerla en unos mesones a madurar como se madura la masa para hacer el pan. Nosotros aquí la maduramos a la intemperie, al igual que otras comidas como el lomo prensado o los cambures pasados, en otras partes que poseen climas muy húmedos, como por ejemplo sur del lago o la costa oriental, deben adicionarle componentes químicos para acelerar la maduración. He ahí nuestro gran secreto, animales, comida y clima; hacen las delicias de los famosos quesos caroreños de vaca.

Ambigú….

CADA PULPERO ALABA SU QUESO

Por: Gerardo Castillo Riera

PARTE I

La aparición del queso en la vida del ser humano se manifiesta en distintas comunidades del mundo, pero principalmente en el antiguo Egipto hace como 12 mil años en donde se criaban vacas y ovejas las cuales ordenaban y como es lógico pensar, de alguna manera hacían quesos. Donde llevaban la leche eran bolsas hechas con pieles de los mismos animales, la cual fermentaba con rapidez por los residuos que quedaban del día anterior; eso hacia que se cuajara la leche y al extraerle el suero hicieron queso.

También para ese entonces los habitantes de Europa y Medio Oriente habían aprendido a domesticar una especie de bovinos llamados Uros que eran “…una raza de toro salvaje que dio lugar tras su domesticación a la mayor parte del ganado vacuno actual. Se encuentra extinto desde 1627”. (Enciclopedia Wikipedia). Ordeñaban y guardaban su leche en bolsas hechas con los estómagos de los rumiantes. Una leyenda da cuenta que algún curioso y hambriento pastor probó la pasta uniforme en la que muchas veces se transformaba la leche por acción de unas enzimas naturales que permanecían en las bolsas por efecto de no lavar bien los residuos del día anterior. Y no la encontró nada mal. Desechó el suero que segrega la leche cuajada y estudió la manera de producir la pasta constantemente. Había nacido la industria quesera que hoy nos ocupa.

En lo concerniente a Carora la elaboración de quesos y sus derivados, léase suero y mantequilla, van de la mano con el nacimiento o formación de la ganadería caroreña y que dio origen posteriormente al Ganado Carora. Existen registro que así lo confirman, como por ejemplo que en 1922 el Concejo Municipal del Distrito Torres, en sintonía con el gentilicio caroreño, cosa rara por estos tiempos, celebro y organizo la Exposición Regional para conmemorar el centenario de la muerte de Pedro León Torres, nuestro héroe epónimo. García Ponce, A (Pág. 10. 1986).

Es bueno resaltar que cuando hablamos de Carora no solo es la ciudad en si, es el Municipio y sus áreas de influencia, en dicha exposición prevalecieron los productos elaborados en Carora y destacan las premiaciones modestas de los productos lácteos entre ellos “…fue premiado con una suma respetable -100 Bs.- un queso de vaca del floreciente ganadero Ramón Herrera y se le dio un diploma de honor con derecho a usar medalla de plata a Víctor Yépez con su fabricación de mantequilla.” (García Ponce. Op. Cit. Pág.10)

Comenzaba así la época floreciente del queso caroreño, aunque se producía para el consumo local alcanzaba también para llevar a las ciudades aledañas, “…..ya se habla de envíos regulares de queso caroreño antes de 1929, a Barquisimeto, a Trujillo, al Zulia y también a la región central (Puerto Cabello y Valencia)”. (García Ponce.Op.Cit. Pág.14). Para cuando sucede la inundación de 1973 existían grandes casas comerciales dedicadas a la compra y venta de quesos que se producían en todo el distrito y las zonas aledañas y que habían sido fundadas en la primera mitad del siglo pasado; quien no recuerda a Ramón Segundo Álvarez e hijos, Alfonso Montes de Oca e hijos sucesores, Leopoldo Perera, Quiterio Montes de Oca, La Mano de Dios de Serapio Infante, Edilio Cuevas, Pedro Emilio Pernalete, Alejo Pérez, Pompilio Rodríguez, Flavio Herrera Oropeza, regentado por Chimo Gutierrez, entre otros mayoristas ubicados en lo que es hoy la Zona Colonial, que junto a la fabricación de lo que conocemos hoy como queso perita dieron lustre y fama a nuestra región.

El conterráneo historiador Rafael Silva Uzcategui lo deja plasmado en su enciclopedia Larense: “El Distrito Torres era también productor en gran escala de maíz y quesos de excelente calidad. Hoy los ganaderos prefieren destinar la leche para las pasteurizadoras y para producir leche en polvo. Hay, sin embargo una fabrica de quesos finos, y otros criadores hacen en pequeña escala unos quesitos al estilo italiano. A principios del siglo fabricaba estos quesos en el Distrito Torres, un italiano de nombre Ángel Abbate.” (el subrayado es nuestro) (Pág. 13. Tomo I).

Ramón Herrera Zubillaga (1976) quien vivió esa época también nos habla de lo mismo, haciendo una recopilación de las costumbres caroreñas de los años 20 en un excelente discurso pronunciado en el Centro de Profesionales “..... los quesitos de tapara del Musiú Ángel Abate………., el suero con pelotas de mantequilla cargado en barriles y no en taturos de Miquelena y Foncho Montes de Oca,........”.

Ambigú….

MENU CAROREÑO DE PRINCIPIOS DE SIGLO

Por: Gerardo Castillo Riera

¿Se Han preguntado Uds. que comían nuestros antepasados, los caroreños de principios del siglo pasado? ¿Creen que habían puestos de comida rápida para ese entonces? Pues se nutrían, con el verdadero significado de la palabra, entre otras cosas con lo siguiente: en el desayuno variaba entre mondongo y los derivados lácteos, huevos o refritas, y arepas en leche del día anterior, muy buenas por cierto; todo esto por supuesto acompañado de sus respectivas arepas y descontando la tapara de suero, que entre nosotros es parte de los útiles que están presentes en la mesa las 24 horas del día.

De almuerzo sopa, en cualquier presentación, carne, bien sea de marrano, res o salón de chivo, en variadas formas. De merienda, después del picurito de las 3 de la tarde, café con amasijo o cucas, o en su defecto dulces variados y criollos, entre ellos, tapatapa, granadas, coco, cerezos y cambures pasados, las famosas almejas de Chila Pire, nalguitas de piña, quesillo, natilla, lefarias y datos, guanajos, tamarindo, guayabas y hasta algunos comimos flor del cují.

De cena, lo mejor de todo, se comía lo que había quedado del almuerzo. Y la inigualable resbaladera que no faltaba nunca. No se conocían los tomates, pimentones, céleri, ajo porro, y todas esas ramas actuales; se condimentaba con comino y ajo. Por eso es que nuestro fogón es uniforme en toda la ciudad.

Todo esto nos trae a reflexión que de existir en esa época los avances médicos actuales nuestros antepasados hubiesen sido longevos porque la mayoría de las muertes eran por enfermedades que hoy nos parecen una triste gripe.

Oportuno es recordar la receta de las arepas viejas fritas en leche, viejas porque deben ser del día anterior, las que quedaron frías. Se abren y se les pone queso rallado en abundancia. Aparte se sofríe con mantequilla onotada cebolla, se introducen las arepas rellenas de queso a freír un poco. Se le agrega la leche, si es de cabra mejor, se agrega otro poquito de queso y se deja hervir a fuego lento hasta que se espese. Una vez listas se le agrega un poquito de cilantro picado, y buen provecho. Esto es caroreño, sano y nos enseña austeridad.

Los exhorto a prepararlas y a trasmitirlo, enseñemos nuestra gastronomía, nos hará tener fortalezas para enfrentar el porvenir.

Ambigú…..

LA MAZAMORRA DE SEMANA SANTA

Por: Gerardo Castillo Riera

Siempre he sido un curioso de nuestras costumbres y tradiciones, por eso siempre trato de averiguarlas para conocerlas y divulgarlas. Con mis Madres lo hacía siempre y una vez me contaron del porque de la mazamorra en semana santa. Ellas me explicaban que en la época que les toco vivir, rigurosamente había que guardar el ayuno y la abstinencia de comer carne para seguir al pie de la letra las exigencias de la fe cristiana, y que mejor que este pastel, si se le puede llamar así, a base de maíz y aliñado con anís para facilitar la digestión y endulzada con papelón para dar la energía necesaria. Además se le agregaba el dulce de leche para adicionar también más energía.

Al decir de mi recordado amigo Andoche Barrios (QEPD) en el Torrellas se la comen con dulce de plátano porque así la consumían los pobres, siempre le contradije esa tesis porque la leche, en esta parte del mundo nunca ha sido un privilegio de los ricos, cualquiera tenía una cabra o una vaca por muy pelúa que fuese en el solar de su casa; además el plátano era mas caro que un litro de leche. Mi conclusión es pensar que como los habitantes del Torrellas se fueron a trabajar al vecino estado Zulia llamados por el boom petrolero habían adquirido la costumbre de allá de comer plátano en todas sus formas y en todas las comidas como sustituto de la arepa.

Así pues que este suculento plato no es otra cosa que la forma como los caroreños consiguieron soportar el ayuno y la abstinencia en tiempos de cuaresma y de una manera muy sabrosa. Además que da sueño y permite pasar los rigores de la canícula, mas fuerte de lo común en esta temporada y del sufrimiento del ayuno durmiendo. Muy inteligente.

Actualmente no es fácil conseguir mazamorra en Carora, quedan algunas personas que guardan la tradición pero no es la generalidad, solo si ponemos de nuestra parte lograremos rescatar esta agradable y buena tradición; hace falta la gestión promotora de las autoridades a través de la divulgación y preparación de concursos populares que incentiven su preparación y consumo. Hay que tomar en cuenta que para poder crear el sentido de pertenencia que nos hará fuertes como pueblo, debemos primero enseñar lo que somos y de donde venimos.

Ambigú…..

FOGON CAROREÑO

Por: Gerardo Castillo Riera

Los Caroreños tenemos la manía de ponderar nuestra gastronomía, o nuestras comidas si se quiere. O sea, somos muy echones; pero, ¿podemos hablar ciertamente de una gastronomía caroreña? Verdaderamente que sí. Veamos, en un articulo anterior definíamos la gastronomía como la ciencia que estudia la relación del hombre con su entorno y su forma de alimentarse, en otra acepción: “Arte de preparar una buena comida.”; en Carora tenemos ese arte, tenemos una manera peculiar de cocinar, con rasgos, formas y condimentos específicos que le dan esa categoría de Arte porque lo hacemos con destreza. Lamentablemente esa gastronomía se ha ido perdiendo en el tiempo porque no nos hemos preocupado, unos por aprenderla y otros por trasmitirla.

Creo que es obligación de nuestra generación averiguar y trasmitirla comunicar nuestra cultura a propios y extraños es meritorio, porque con ello divulgamos nuestros valores culturales. La globalización mal entendida es lo que debemos tratar de vencer, si no tenemos identidad regional mal podemos hablar de una identidad nacional y los caroreños que viven en ciudades cosmopolitas deben preocuparse por enseñar a sus hijos los rasgos culturales que nos dieron origen, para darle más humanismo a nuestras vidas y así crearles el sentido de pertenencia con Carora.

Lo que plantearemos aquí no es otra cosa que la forma de cocinar de esta tierra en donde se realizó un verdadero mestizaje culinario, por ejemplo comencemos con la muy famosa Tostada Caroreña, compuesta por dos arepas del día anterior y que se rellenan de queso y se fríen, viene a ser el centro del plato, rodeada de caraotas refritas (fritas dos veces en aceite) brillantes; chicharrones de marrano condimentados con sal, orégano y un punto de comino, entero preferiblemente, y fritos en aceite onotado; y ensalada de aguacate, tomate y cebolla; y por último las tajadas, que siempre los caroreños las dejamos de ultimo para comer como postre. Algunos le ponen sobre las arepas más queso rallado y salsa de tomate. Pero, ¿Qué es lo caroreño? Las caraotas pichonas (ácidas) y el condimento de los chicharrones, o sea el orégano y el comino. Según el recordado, ya fallecido amigo Andoche Barrios, la tostada caroreña se comenzó a preparar en el Restaurante El Néctar de Don Nicolás Cuicas pero según Carlos Gonzalo González fue su abuelo Don Gonzalo González quien las popularizó.

Ambigú…..

GASTRONOMIA CAROREÑA

Por: Gerardo Castillo Riera

La gastronomía se define como la ciencia que estudia la relación del hombre con su entorno y su forma de alimentarse. La forma como utiliza los recursos que posee a su alrededor para satisfacer sus necesidades biológicas de alimentación. Así vemos por ejemplo como quienes viven a orillas del mar basan su alimentación en el pescado, y lo acompañan con siembras de los alrededores.

Ahora bien, en su entorno se incluye la forma y el modo de preparar esos alimentos; en otras palabras como se comen lo que preparan y con que lo preparan. En nuestro caso especifico de Carora, nuestra alimentación gira fundamentalmente en base al puerco, al chivo y a la res, animales que se consiguen en nuestro entorno. Y últimamente hay que agregar el pescado de agua dulce o de cuero como también se conoce, producido en los tres grandes embalses construidos en el Municipio Torres.

Podemos empezar diciendo que chivos hay en cualquier parte del país, al igual que puerco y res; pero nuestra forma de preparar o nuestra forma de condimentar es lo que caracteriza esa gastronomía muy propia y que a la larga hemos influido en la gastronomía, sino de todo el estado por lo menos en la de su capital, Barquisimeto. Así vemos por ejemplo que cuando alguien habla de gastronomía larense, habla de nuestro lomo prensao o de la tostada caroreña, o del mondongo o mute de chivo.

Por tradición condimentamos fundamentalmente con ajo, cebolla y comino, todo reunido en un refrito. Esto se debe a que hasta casi finalizando el siglo pasado solo eso nos llegaba a nuestra ciudad. Quienes ya pasamos del medio cupón no recordamos en nuestra niñez haber visto aquí por ejemplo un ajo porro, o un celeri, o un coliflor, o un brócoli, o una chayota, como tampoco una berenjena, entre otros tantos condimentos conocidos actualmente. Si conocíamos la cebolla morada de Rio Tocuyo, acaso tomate y pimentón pero en muy escasas ocasiones.

De ahí que nuestro popular mondongo solo lleva sofrito de ajo, cebolla y comino. Pero su principal aliño son las 7 horas de cocción en fogón o en cocina, por supuesto resguardados por el popular jorojoro. Esto es fundamental para que los huesos hagan de las suyas y le trasmitan el sabor y las vitaminas que ellos poseen. Nuestro mondongo se riñe con la olla presto (SIC) como denominamos aquí a la olla de presión; porque ella le niega ese agradable condimento. Bien dice el dicho, “..a falta de pan, buenas son tortas”, a falta de condimentos nuestros antepasados rebuscaron en sus alrededores para lograrlo; el resultado, el hueso del animal.

Nuestra generación tiene la obligación de trasmitir a las generaciones que nos siguen el legado cultural que a su vez nos fue trasmitido, por eso debemos decirles, entre otras cosas, como nos alimentábamos; ellos la enriquecerán con nuevos ingredientes y nuevas tecnologías.