Ambigú….
LA RESBALADERA
Por: Gerardo Castillo Riera
gcastillor@hotmail.com
Una de las características de las verdaderas casas coloniales es que tienen, o tenían tres patios; a saber, el primero es el de los olores porque se respiraba el aroma de las flores o árboles que embellecían el mismo, del agua recién regada, de las flores, del jazmín, de las berberías, entre otras. El segundo, el de los sabores, era el patio de la cocina, del fogón, de las caricias ahí se saboreaban los ricos platillos que se preparaban, y en donde pasaban la mayor parte del día las mujeres y los tripones. Y un tercero, el de los hedores, el de la secreta, en donde estaba el chiquero, el ultimo de la casa, bien apartado.
En ese segundo patio de mi casa materna y donde me críe junto a mi mama y mis veneradas dos tías, las tres eran como el espíritu santo, un solo Dios en tres personas distintas; o lo que es lo mismo, una sola madre en tres personas distintas, repito en ese patio viví un mundo de sabores y aromas que me hacían creer que verdaderamente estaba en el reino celestial y que hoy recuerdo con placer. Pero ahí también estaban unas damas hermosas y bondadosas que ejercieron en mi tanta influencia como mis tres madres.
Ellas eran Teresa Ramos y Carmen Marchan (Tatan a partir de Bea), quienes estaban entregadas en alma vida y corazón a cuidarnos y halagarnos con su bondad, ternura, hermosura y buen fogón. Quienes las conocieron saben de lo que hablo sin mayor explicación. Ese tipo de damas estaban en muchos hogares caroreños. Las dos rinden tributo a la tierra en el panteón familiar junto a todos los de la familia ya idos y las recordamos con alegría.
Cada una de ellas merece un artículo aparte que en su momento lo haremos. Pero lo que viene al caso es que Teresa, quien llego a mi casa, o a casa de mis abuelos maternos apenas ellos habían contraído nupcias se desvivía en los cuidados de mis tíos, en especial de mi tío Anselmo, y ya pasado el tiempo de mi hermano Jesús Antonio. Su especialidad era hacer la resbaladera tradicional caroreña, aunque mi estimado amigo el Lic. Juan Alonso Molina se empeña en decir que era oriunda también del Tocuyo, cosa que pudiera ser cierto pero la diferencia con la nuestra es que la de aquí lleva de condimento vainilla y agua de Azahar, y la del Tocuyo solo vainilla y la pintan de rosado.
Pero lo que viene al caso era que Teresa, gran hacedora de milagros por cierto consigue las cosas perdidas, sentada en una sillita que conservo y que también usaba para sentarse en la puerta del cuarto de Jesús Antonio para regañarnos si le hacíamos ruido al dulce querubín que aun estaba en brazos de Morfeo, la cernía con un liencillo. Este, amarrado en un extremo a una de las columnas de madera de vera de la cocina y la otra punta la sostenía en sus manos y con un cucharón de sopa agregaba la pasta de arroz y con agua iba cerniendo la resbaladera. Quedaba de una textura cremosa bastante agradable.
Había varios jóvenes que eran los encargados de salir a venderla a la calle en una olla grande con un rodaje de tela, igual al que usan para cargar los Santos, para que no les molestara y llevaban también un paral de madera para poner la olla al servirla a quien la requiriera. Era la famosa resbaladera de las Riera; entre esos jóvenes recuerdo a Martín y a Castulo, este ultimo lo veo con frecuencia y era muy amigo de mi hermano Don Guada.
Después de morir Teresa en 1969 Tatan heredo la resbaladera pero ya no la cernía, la tecnología hizo su aparición con el uso de la licuadora, pero ella pasaba lo licuado por un colador muy fino que lograba la misma textura del liencillo de Teresa. Además hay que agregar, y por eso merece un articulo aparte, Tatan era ciega y así cocinaba pero lo hacia con el tacto y su ingrediente principal era que le ponía mucho amor y ternura. Hoy día heredo la formula mi hermana Vilma, quien además de la resbaladera también se dedica a cocinar para la calle, como se decía antes, y ha logrado gran prestigio.
¿Cómo olvidar esos imperecederos momentos de gozo en ese segundo patio de la casa? Preguntare a mis hermanos, pero de mi parte es imposible, seria como pedirme que estuviera inconciente para ese entonces. No pretendo ser un excelente cocinero pero solo tengo esos gratos recuerdos del segundo patio que hacen que cuando me voy a la cocina de mi casa a cocinar, no por oficio pero si por afición, lo hago con mis recuerdos con el objeto de halagar como lo hicieron conmigo.