miércoles, 25 de agosto de 2010

Ambigú….

DESAYUNOS CAROREÑOS

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

Como en toda sociedad agrícola el desayuno viene a ser la comida mas importante del día, y esto motivado a que como el trabajo del campo es duro y prolongado, nadie sabe a que hora retornara a su casa para darle al buen yantar. Por eso hay que salir bien comido por si acaso sale algo en el camino que lo obligue a prolongar el retorno al hogar.

Cosa contraria sucede en las grandes ciudades donde la comida fuerte viene a ser la cena porque a esa hora es que se regresa al hogar después de lidiar con el tráfico y con la gente en la calle. La primera comida del día generalmente es algo muy suave y no disponer de algún lácteo en su desayuno se convierte en una verdadera tragedia.

En cambio para nosotros no contar con la respectiva tapara de suero en nuestra mesa acompañada del ajicero, la sal y los limones es un ejercicio de ciencia ficción; sin ellas no hay comida seria que se respete y vienen a ser parte de los útiles necesarios en cualquier mesa de caroreño así sea en la Cochinchina que se este. Lamentablemente el concepto de suero caroreño se ha visto distorsionado últimamente motivado, quizás a que las nuevas generaciones ya no les gusta el suero acido de tapara. Ahora comemos requesón y cremoso; el primero es un subproducto de la leche que se extrae a partir del suero verde hervido y decanta los últimos sólidos que le quedan a la leche, el segundo es una crema rendida con requesón a lo mejor para abaratar el costo de dicha crema.

Pero en realidad ¿Qué comemos los caroreños en nuestro desayuno? Para empezar, a nosotros nos pueden quitar la facultad de hablar, o prohibirnos salir a la calle si quieren, pero lo que no pueden es quitarnos la harina pan blanca y las caraotas porque podemos declarar la guerra y hasta tumbar el gobierno si ello llegara a ocurrir. Es imposible pensar en un desayuno sin nuestras bien ponderadas caraotas pichonas. Les decimos pichonas por lo de piche, por acidas. Montamos las piras comemos su caldo y los granos que quedan los freímos y refreímos todos los días pero sin guardarlas en nevera. Se hierven antes de taparlas y dejarlas sobre el cimiento o la hornilla de la cocina. No podemos concebir como le pueden colocar azúcar. Se condimentan solo con un sofrito de ajo, cebolla y comino y una pinturita de onoto. Estas acompañadas de unos huevitos fritos sin pichirrearle el aceite onotado también y queso de cabra preferiblemente. Esto viene a ser el combo 1 y de lunes a sábado. El domingo y fiestas de guardar el que no desayune mondongo se expone a ser repudiado por toda la sociedad.

El combo 2 pudiera ser las mismas piras acompañadas de alguno de estos: chicharrones, asadura, y carne pata e’grillo. Pero con un quesito asado para distraer a los triglicéridos y colesteroles que pudieran presentarse a la mesa sin ser invitados.

El combo 3 puede ser las famosas arepas fritas en leche que en artículos anteriores hemos hecho referencia y dado la receta.

El combo 4 son las infaltables empanadas bien de caraotas, carne mechada, guiso, queso, asadura y últimamente aparecieron en el ambiente las de jamón y queso y las de pabellón, que honestamente no se de donde son oriundas. Sobre los expendios de empanadas hay que hacer un articulo aparte porque son muchos y buenos, mas adelante hablaremos de ellos.

El combo 5 son las arepas y es algo curioso, mientras en el centro del país las van haciendo mas grandes que casi hay que ponerse baberos para comerlas por lo que se embadurna uno de tanto que les ponen, en Carora las van haciendo pequeñitas y hay oportunidad de comer mas variedad. También merecen artículo aparte.

Y el combo 6, que como dije antes es el de los domingos y fiestas de guardar, es el bien ponderado mondongo caroreño, que nada tiene que ver con el nervioso maracucho o el mondongo caraqueño.

Así pues dispónganse a tener buen provecho.

sábado, 14 de agosto de 2010

Ambigú….

ALGUNAS RECETAS CAROREÑAS DE CARNE

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

Como ya hemos comentado, nuestra gastronomía gira en torno a lo que tenemos alrededor, de lo que disponemos. Por ejemplo, en nuestra dieta diaria no aparece el bacalao porque no lo tenemos a nuestro alcance. Pero si tenemos reses, y de ella nos alimentamos. Pues bien hoy buscaremos algunas de esas recetas añejas que nuestros padres y abuelos preparaban para su dieta diaria.

La carne majada, por ejemplo; algunos, por no decir la mayoría, jamás habrán oído hablar de ella. ¿Acaso será carne del caserío La Majada? Pues no, es una forma muy fácil y sobretodo sana de comer la carne. Para ello tomamos un trozo de carne como de bistec, la ponemos a mermar en un caldero a fuego muy lento en un sofrito previamente hecho de ajo, cebolla y mantequilla y un poco de caldo o en su defecto de agua con un cubito. Hay que estar bien pendiente de darle vuelta y vuelta para que no se queme, hasta que ella tenga como una crema gruesa producto de los aliños con la mantequilla y el caldo. Se saca y con un poquito de comino que se le coloca por ambas caras se lleva a la piedra de moler aliños y se golpea como tratando de estirarla. Yo herede de mi suegra Doña Omaira la piedra que fue del Restaurante Juan Bimba, que regentaba su tía Nicolasa Rodríguez y que funciono en la calle Ramón Pompilio en la casa de los Riera Montes de Oca. Esta exquisita carne caroreña la podemos acompañar con un quesito de cabra a la plancha y un pico e gallo.

El salpicón de carne o de hígado. Este viene a ser como una especie de pabellón a la caroreña, y ya al final de la receta podrán decir si tengo o no razón. Agarramos como para guisar, pulpa negra pudiera ser, o hígado de res. En trozos pequeños le hacemos el mismo tratamiento de la carne majada en el caldero pero aquí le agregamos el comino al sofrito. Una vez mermado y seco, se lleva al molino de carne. Se muele la carne o el hígado dejándolo seco. Se sirve con un poquito de cilantro por encima y se acompaña, y aquí es donde les digo que viene a ser como el pabellón local, con chícharos refritos y arroz. Ya a esta altura estoy tragando grueso porque esto es una verdadera delicia muy caroreña. Y si no díganme donde lo han comido. Honestamente les digo prefiero el de hígado, me trae gratos recuerdos pero ahora la moda es no comerlo y en mi casa solo yo lo prefiero y eso de cocinar para uno solo es muy feo.

Bueno en esta oportunidad les dejo solo esas dos recetas las cuales espero las preparen y si alguien dispone invitarme no me desagradaría en lo absoluto. Salud entonces

Ambigú….

Gastronomía Caroreña de Las Palmitas

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

El nombre de Adelis Sisiruca es una referencia en Carora; es sinónimo de lomo prensao, de chicharrones de marrano, de mantequilla de caraotas, de suero, de picante, de arepas. En total, es sinónimo de desayunos caroreños. Adelis Sisiruca quedaba en Las Palmitas; por ello para los caroreños ese nombre de Las Palmitas significaba gastronomía, y con frecuencia cuando se esta fuera de Carora no falta quien al sabernos de aquí nos hace la referencia al viejo Adelis de Las Palmitas.

En los actuales momentos sigue representándolo, porque desde Adelis para acá se han instalado una infinidad de negocios que expenden diferentes comidas típicas de Carora; por ejemplo, el lomo prensao de las Palmitas lo heredo mi muy apreciado amigo el Profesor Chegoyo Adames, torrellero por excelencia y por nacimiento pero en su corazón le liga al glorioso Liceo. De su madre Dona Ambrosia aprendió el secreto de la preparación del suculento lomo prensao, al igual que las tablas las cuales muestra con orgullo. Chegoyo logro la textura suave pero sin romper su estructura, el sabor, el aroma y presencia de nuestro buque estrella. Su granja-restaurant, el Caserón de Ambrosia queda después de los policías acostados de la escuela a mano izquierda al fondo del callejón, el punto de referencia es la antena de Radio Cardenal.

En la entrada de que Chegoyo hay un kiosco recién instalado que vende unas arepas de maíz pelado de aceptable condición, son buenas solo les falta un poco mas de sazón al relleno, cosa que deben mejorar con el tiempo, vale la pena probarlas. El problema es que tienen como referencia las excelentes arepas de la Doña en la Fortaleza, o sea mas allaita de Burere, a las cuales deben sino superar por lo menos igualar, o en su defecto ofrecer otra alternativa nueva, de avanzada.

En lo que respecta a ventas de empanadas están las muy buenas de Denny González en el “Kiosco del Gordo” en la parte de enfrente del Bosque, sin atravesar la carretera, en el segundo policía acostado. Los domingos vende suculento mondongo. Recomiendo las de carne mechada y las de caraotas, y mis hijas prefieren las de jamón y las de pollo. Están también las empanadas de lo que Pablo Arape y Yo bautizamos como el “tubo filosofal” porque cotidianamente íbamos, hace bastantes años, a desayunar y a conversar y filosofar largamente acostados sobre el tubo que viene de la represa. Es el kiosco de los Verde, frente a la entrada del matadero municipal. Los que pasamos el medio cupón las conocemos como las del Olivo. Hicieron una mesa sobre el tubo y para servir tienen unos ingeniosos ganchos para llevar y traer los platos con las empanadas y los frescos. Creo que fueron las primeras de pabellón que se vendieron en Carora, las cuales son bastante buenas. Hay también el kiosco que esta frente al Bosque, la carretera de por medio que es de color anaranjado y de ahí su nombre “La Parada Naranja” vende empanadas de buena calidad.

También han tomado renombre las parrillas de Las Palmitas. Hay tres, y están ubicadas frente y al lado del MUSEO DE LOS QUESOS. Tienen de especial que son mixtas tienen res, pollo, ovejo y puerco; o si las prefiere por separado también. Son las parrilleras de Pulito, la del Tuerto y la de Canducho. Son asadas al carbón y con cortes muy finos, lo que hace que estén bien asadas. Ya son una referencia gastronomita la forma y el condimento de las mismas.

En Las Palmitas tenemos también queseras que venden nuestros tradicionales y nuevos lácteos. Digo tenemos porque pertenezco al ámbito territorial. Esta Sonia Meléndez con sus Lácteos Las Cumbres que fabrica quesos de cabra finos para untar en variedad de sabores. Y esta el Museo de los Quesos de las Hermanas Castillo, que venden quesos de pasta hilada, o fundidos, o por mejor decir: de res como crinejas, taparas, de mano, taparas ahumadas, entre otros y el tradicional de cabra, de cincho, y los pepinos criollos cultivados en su granja de aquí del Dr. Gerardo Pérez González.

Pero en Las Palmitas también se consiguen infinidad de granjas que venden lo que producen; vale decir: huevos, pollos, gallinas, chivo, ovejo, puerco, yuca, queso de cabra, etc. Y por supuesto esta El Bosque con su excelente comida, y las muy frías para acompañar.

Asi pues que vale la pena darse un viaje gastronómico por allá para que prueben y opinen sobre lo que les estoy diciendo.

sábado, 24 de julio de 2010

Ambigú….

LA RESBALADERA

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

Una de las características de las verdaderas casas coloniales es que tienen, o tenían tres patios; a saber, el primero es el de los olores porque se respiraba el aroma de las flores o árboles que embellecían el mismo, del agua recién regada, de las flores, del jazmín, de las berberías, entre otras. El segundo, el de los sabores, era el patio de la cocina, del fogón, de las caricias ahí se saboreaban los ricos platillos que se preparaban, y en donde pasaban la mayor parte del día las mujeres y los tripones. Y un tercero, el de los hedores, el de la secreta, en donde estaba el chiquero, el ultimo de la casa, bien apartado.

En ese segundo patio de mi casa materna y donde me críe junto a mi mama y mis veneradas dos tías, las tres eran como el espíritu santo, un solo Dios en tres personas distintas; o lo que es lo mismo, una sola madre en tres personas distintas, repito en ese patio viví un mundo de sabores y aromas que me hacían creer que verdaderamente estaba en el reino celestial y que hoy recuerdo con placer. Pero ahí también estaban unas damas hermosas y bondadosas que ejercieron en mi tanta influencia como mis tres madres.

Ellas eran Teresa Ramos y Carmen Marchan (Tatan a partir de Bea), quienes estaban entregadas en alma vida y corazón a cuidarnos y halagarnos con su bondad, ternura, hermosura y buen fogón. Quienes las conocieron saben de lo que hablo sin mayor explicación. Ese tipo de damas estaban en muchos hogares caroreños. Las dos rinden tributo a la tierra en el panteón familiar junto a todos los de la familia ya idos y las recordamos con alegría.

Cada una de ellas merece un artículo aparte que en su momento lo haremos. Pero lo que viene al caso es que Teresa, quien llego a mi casa, o a casa de mis abuelos maternos apenas ellos habían contraído nupcias se desvivía en los cuidados de mis tíos, en especial de mi tío Anselmo, y ya pasado el tiempo de mi hermano Jesús Antonio. Su especialidad era hacer la resbaladera tradicional caroreña, aunque mi estimado amigo el Lic. Juan Alonso Molina se empeña en decir que era oriunda también del Tocuyo, cosa que pudiera ser cierto pero la diferencia con la nuestra es que la de aquí lleva de condimento vainilla y agua de Azahar, y la del Tocuyo solo vainilla y la pintan de rosado.

Pero lo que viene al caso era que Teresa, gran hacedora de milagros por cierto consigue las cosas perdidas, sentada en una sillita que conservo y que también usaba para sentarse en la puerta del cuarto de Jesús Antonio para regañarnos si le hacíamos ruido al dulce querubín que aun estaba en brazos de Morfeo, la cernía con un liencillo. Este, amarrado en un extremo a una de las columnas de madera de vera de la cocina y la otra punta la sostenía en sus manos y con un cucharón de sopa agregaba la pasta de arroz y con agua iba cerniendo la resbaladera. Quedaba de una textura cremosa bastante agradable.

Había varios jóvenes que eran los encargados de salir a venderla a la calle en una olla grande con un rodaje de tela, igual al que usan para cargar los Santos, para que no les molestara y llevaban también un paral de madera para poner la olla al servirla a quien la requiriera. Era la famosa resbaladera de las Riera; entre esos jóvenes recuerdo a Martín y a Castulo, este ultimo lo veo con frecuencia y era muy amigo de mi hermano Don Guada.

Después de morir Teresa en 1969 Tatan heredo la resbaladera pero ya no la cernía, la tecnología hizo su aparición con el uso de la licuadora, pero ella pasaba lo licuado por un colador muy fino que lograba la misma textura del liencillo de Teresa. Además hay que agregar, y por eso merece un articulo aparte, Tatan era ciega y así cocinaba pero lo hacia con el tacto y su ingrediente principal era que le ponía mucho amor y ternura. Hoy día heredo la formula mi hermana Vilma, quien además de la resbaladera también se dedica a cocinar para la calle, como se decía antes, y ha logrado gran prestigio.

¿Cómo olvidar esos imperecederos momentos de gozo en ese segundo patio de la casa? Preguntare a mis hermanos, pero de mi parte es imposible, seria como pedirme que estuviera inconciente para ese entonces. No pretendo ser un excelente cocinero pero solo tengo esos gratos recuerdos del segundo patio que hacen que cuando me voy a la cocina de mi casa a cocinar, no por oficio pero si por afición, lo hago con mis recuerdos con el objeto de halagar como lo hicieron conmigo.

Ambigú….

CADA PULPERO ALABA SU QUESO

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

Y PARTE III

Recuerdo también que donde actualmente están las ruinas, al principio de la calle Lara frente a lo que era el Pajón, la actual Urb.Rio Morere funciono la pasteurizadora Leche Carora, en donde se envasaba la leche del mismo nombre en un envase de cartón que tenia la foto de Carmen Cecilia Herrera. Pero también había quien vendía leche cruda a domicilio, por ejemplo Ramón Teodoro Jiménez que trabajaba con sus hijos Gerardo, Ramón y Toto quienes repartían la misma en un Jeep con cantaras. Son los propietarios, desde entonces de la bomba de gasolina que esta en la entrada de Aregue. Asimismo vendía leche Manuel Oropeza, el de la Canastilla Marina, que la traía de su finca La Milagrosa, quien la repartía era Rigo Paiva, el de Paiva Gas; pero también vendían en casa de Teodoro Herrera, que me imagino la traía de Don Benito.

Después de Leche Carora se instalo en esa misma sede la Kraft, en donde trabajo hasta su jubilación el Wuinche Aníbal Zubillaga, esta planta se la llevaron para Santa Bárbara del Zulia. Posteriormente Ricardo Meléndez y otros coterráneos instalaron ICA, que era igualmente una productora de quesos, hasta que la inundación del 73 la acabo. Anduve en una lancha, durante la misma con mi suegro Don Yona, sacando motores de ICA para repararlos. Hay que recordar igualmente a Inlaca, o leche Carabobo que funciono durante muchos años en la avenida la Feria, hasta que por pleitos laborales cerro y la mudaron a Valencia donde esta actualmente.

Pero como los caroreños tenemos unas vainas que solamente se nos ocurren a nosotros, creo que en toda la bolita del mundo no hay quien venda suero de a cucharada. Pues si, hay en Carora vendedores ambulantes de suero y crema que andan en bicicleta, que lo venden en esa forma. Sino que lo digan el Guachi, o el Ratón o María la suerera que trajinan pedaleando por las barriadas haciendo ese decente oficio.

Hay que hacer mención a quienes han logrado llevar más allá de nuestras fronteras regionales sus productos bien elaborados y bien envasados. Por ejemplo Rolando Herrera con su excelente queso madurado La Virginia que lo elabora con todas las de la ley no lo seca con acido bórico ni nada por el estilo, como inventan algunos picaros. Hace lo que se llama una verdadera integración vertical, produce la leche, elabora el queso, lo madura como es, lo envasa y lo vende. Pero igualmente Víctor Aldana y Francisco Olivera que hacen con sus cremas y sueros que el gentilicio caroreño resalte en las capitales.

Y en cuanto a los productos lácteos de leche de cabra hay que decir que es difícil conseguir un hogar de caroreños en cualquier parte del país que no consuma queso de cabra, el tradicional, el de cincho pues; porque la gente que pasa por las carreteras y compran queso de perita, se van con la creencia que son de cabra, y es una tremendura de los que lo expenden porque la leche de cabra no se hace elástica para lograr elaborar peritas.

Hay que mencionar a Gustavo Martínez quien se arriesgo a comercializar unos quesitos de cabra aliñados llamados La Haciendita y que todavía lo hace. Pero también a Sonia Meléndez quien se dedico en la elaboración de quesos de cabra para untar y que se conocen a nivel nacional con una buena fama. Y a Luis Arturo Fernández que en su granja de Las Palmitas no solo elabora también pasta de untar sino que envasa leche de cabra pasteurizada y se la lleva para Maracaibo donde es muy cotizada.

En fin, los caroreños vivimos de la ganadería y la agricultura, unos la producen otros la transportan, otras elaboramos los lácteos y otros los comercializan. Sigamos enalteciendo el gentilicio produciendo mas y mejores productos y rechacemos contundentemente la producción tramposa de vaca mocha, porque es moralmente inaceptable, se destruye al productor quien tiene que bajar el precio de la leche para poder competir deslealmente con un producto que es pagado con el dinero de todos. Ello hace que merme la cantidad de cabezas de ganado porque para poder cubrir sus gastos debe mandar animales al matadero.

Pero lo que si es cierto es que como cada pulpero alaba su queso, nosotros no nos podemos quedar atrás, y en resumidas cuentas no hay mejor queso que el caroreño y si es del Museo del Queso de Lactuario San Antonio mejor todavía.

Ambigú….

CADA PULPERO ALABA SU QUESO

Por: Gerardo Castillo Riera

gcastillor@hotmail.com

PARTE II

Además de los comerciantes asentados en lo que es hoy la zona colonial de Carora, también en las casas de familias de hacendados vendían la producción de sus haciendas al detal. Era famosa por ejemplo, la “mantequilla de pobre” de Don Mario Riera, ubicada en la calle Sucre. Su nombre le viene de que la mantequilla que se conocía era la que venia en lata y su costo no era muy asequible, pero esta era elaborada aquí en Carora. Así mismo el famoso suero de barril de Don Antonio Camacho en la calle Ramón Pompilio, o el suero y el queso del Chueco Oropeza al lado del cine Estelar, venidos de su finca Las Palmitas en el municipio El Blanco y que muy acertadamente su yerno Rolando Herrera siguió la tradición, por solo poner algunos ejemplos pero en realidad existían infinidad de hogares que vendían productos lácteos de excelente calidad, de esos que Mon Herrera decía en sus discurso rememorando las costumbres caroreñas de los anos 20.

El apellido Castillo siempre ha estado ligado a la actividad láctea, mi papa y mis hermanos sabían de ello y desde que tengo uso de razón lo recuerdo, en la segunda mitad del siglo pasado mi papa junto a Ramón Elías Rodríguez fundaron una quesera que quedaba en la entrada de Aregue frente al hoy Fuerte Manaure, creo fue una de las primeras que se instalaron acá; en ella elaboraban los famosos quesos perita y quesos de mano que eran enviados para Valencia y Caracas, pero los de mano eran algo distintos a los que conocemos hoy día, llevaban salmuera dentro, como una bolsa. Asimismo se elaboraba mantequilla criolla a partir del descremado de la leche para producir los quesos. Quien elaboraba la mantequilla era un señor colombiano de nombre José Padilla, muy querido por nosotros por su bonhomía y cordialidad.

Padilla batía a mano y en una caja de acero inoxidable 800 litros de crema y la convertía en mantequilla. Eran los tiempos de lustre de nuestros productos lácteos, tiempos cuando los caraqueños, golosos esperaban la llegada de la producción de lácteos caroreños, que eran la delicia de la colectividad.

Ahora bien, ¿Por qué los quesos caroreños son especiales como dicen? Producir lácteos de calidad requiere de varios factores entre ellos la materia prima, la leche. Nuestra leche tiene de particular el ganado y lo que come ese ganado. La mayor parte del ganado que da la leche para nuestros quesos son animales mestizos criollos que comen vulgarmente lo que consiguen en los “peladeros” de nuestra geografía. Bien decía Oscar Ferrer que para los grandes técnicos del Inti, la úveda era un monte y potrero lleno de uveda es considerado no cultivado. Lo que no sabe ese “técnico” es que nuestras vacas comen es precisamente eso, y por eso el tipo y calidad de la leche y por eso la calidad de nuestros lácteos.

El otro factor que interviene es el clima, el cual es caliente pero sin humedad. Para elaborar los quesos de pasta hilada o “Fior di Latte”, como lo llaman los italianos del sur de donde es oriundo, hay que dedicarle tiempo y dedicación porque después de cuajada la leche y extraída la cuajada hay que ponerla en unos mesones a madurar como se madura la masa para hacer el pan. Nosotros aquí la maduramos a la intemperie, al igual que otras comidas como el lomo prensado o los cambures pasados, en otras partes que poseen climas muy húmedos, como por ejemplo sur del lago o la costa oriental, deben adicionarle componentes químicos para acelerar la maduración. He ahí nuestro gran secreto, animales, comida y clima; hacen las delicias de los famosos quesos caroreños de vaca.

Ambigú….

CADA PULPERO ALABA SU QUESO

Por: Gerardo Castillo Riera

PARTE I

La aparición del queso en la vida del ser humano se manifiesta en distintas comunidades del mundo, pero principalmente en el antiguo Egipto hace como 12 mil años en donde se criaban vacas y ovejas las cuales ordenaban y como es lógico pensar, de alguna manera hacían quesos. Donde llevaban la leche eran bolsas hechas con pieles de los mismos animales, la cual fermentaba con rapidez por los residuos que quedaban del día anterior; eso hacia que se cuajara la leche y al extraerle el suero hicieron queso.

También para ese entonces los habitantes de Europa y Medio Oriente habían aprendido a domesticar una especie de bovinos llamados Uros que eran “…una raza de toro salvaje que dio lugar tras su domesticación a la mayor parte del ganado vacuno actual. Se encuentra extinto desde 1627”. (Enciclopedia Wikipedia). Ordeñaban y guardaban su leche en bolsas hechas con los estómagos de los rumiantes. Una leyenda da cuenta que algún curioso y hambriento pastor probó la pasta uniforme en la que muchas veces se transformaba la leche por acción de unas enzimas naturales que permanecían en las bolsas por efecto de no lavar bien los residuos del día anterior. Y no la encontró nada mal. Desechó el suero que segrega la leche cuajada y estudió la manera de producir la pasta constantemente. Había nacido la industria quesera que hoy nos ocupa.

En lo concerniente a Carora la elaboración de quesos y sus derivados, léase suero y mantequilla, van de la mano con el nacimiento o formación de la ganadería caroreña y que dio origen posteriormente al Ganado Carora. Existen registro que así lo confirman, como por ejemplo que en 1922 el Concejo Municipal del Distrito Torres, en sintonía con el gentilicio caroreño, cosa rara por estos tiempos, celebro y organizo la Exposición Regional para conmemorar el centenario de la muerte de Pedro León Torres, nuestro héroe epónimo. García Ponce, A (Pág. 10. 1986).

Es bueno resaltar que cuando hablamos de Carora no solo es la ciudad en si, es el Municipio y sus áreas de influencia, en dicha exposición prevalecieron los productos elaborados en Carora y destacan las premiaciones modestas de los productos lácteos entre ellos “…fue premiado con una suma respetable -100 Bs.- un queso de vaca del floreciente ganadero Ramón Herrera y se le dio un diploma de honor con derecho a usar medalla de plata a Víctor Yépez con su fabricación de mantequilla.” (García Ponce. Op. Cit. Pág.10)

Comenzaba así la época floreciente del queso caroreño, aunque se producía para el consumo local alcanzaba también para llevar a las ciudades aledañas, “…..ya se habla de envíos regulares de queso caroreño antes de 1929, a Barquisimeto, a Trujillo, al Zulia y también a la región central (Puerto Cabello y Valencia)”. (García Ponce.Op.Cit. Pág.14). Para cuando sucede la inundación de 1973 existían grandes casas comerciales dedicadas a la compra y venta de quesos que se producían en todo el distrito y las zonas aledañas y que habían sido fundadas en la primera mitad del siglo pasado; quien no recuerda a Ramón Segundo Álvarez e hijos, Alfonso Montes de Oca e hijos sucesores, Leopoldo Perera, Quiterio Montes de Oca, La Mano de Dios de Serapio Infante, Edilio Cuevas, Pedro Emilio Pernalete, Alejo Pérez, Pompilio Rodríguez, Flavio Herrera Oropeza, regentado por Chimo Gutierrez, entre otros mayoristas ubicados en lo que es hoy la Zona Colonial, que junto a la fabricación de lo que conocemos hoy como queso perita dieron lustre y fama a nuestra región.

El conterráneo historiador Rafael Silva Uzcategui lo deja plasmado en su enciclopedia Larense: “El Distrito Torres era también productor en gran escala de maíz y quesos de excelente calidad. Hoy los ganaderos prefieren destinar la leche para las pasteurizadoras y para producir leche en polvo. Hay, sin embargo una fabrica de quesos finos, y otros criadores hacen en pequeña escala unos quesitos al estilo italiano. A principios del siglo fabricaba estos quesos en el Distrito Torres, un italiano de nombre Ángel Abbate.” (el subrayado es nuestro) (Pág. 13. Tomo I).

Ramón Herrera Zubillaga (1976) quien vivió esa época también nos habla de lo mismo, haciendo una recopilación de las costumbres caroreñas de los años 20 en un excelente discurso pronunciado en el Centro de Profesionales “..... los quesitos de tapara del Musiú Ángel Abate………., el suero con pelotas de mantequilla cargado en barriles y no en taturos de Miquelena y Foncho Montes de Oca,........”.